Una de las cuestiones más significativas en la reconfiguración de la OTAN tras el final de la Guerra Fría fue el lanzamiento del Diálogo Mediterráneo en orden a cambiar las percepciones sur -norte en temas de defensa y posteriormente conseguir una cierta asociación con los Estados de la periferia sur y este del Mediterráneo con la excepción de Líbano, Siria y Libia- Argelia se incorporaría tardíamente, en el año 2000-.
El artículo que presentamos, publicado en la revista Transatlantic Studies, explica el acercamiento de la OTAN al Mediterráneo después de la Guerra Fría y las diferentes iniciativas lanzadas desde 1994, su falta de coherencia conceptual y sus limitaciones.
Expone primero la carencia de una estrategia para el Mediterráneo una vez que el flanco sur de la OTAN perdió su razón de ser. Más tarde la pretensión de crear una «Asociación genuina” fue un fracaso, dadas las contradicciones prácticas.
Finalmente, las revoluciones árabes fueron la canción del cisne de la iniciativa. El orden regional adoptado por la OTAN para la región del norte de África y Oriente Medio (MENA) colapsó y la importancia del flanco sur de la OTAN reapareció.
Posteriormente, los nuevos intentos de diseñar políticas coherentes para un espacio mediterráneo ampliado hasta el Golfo Pérsico en un nuevo entorno regional claramente diferenciado con nuevos actores y competidores carecieron de credibilidad.
Proyectar estabilidad sin una estrategia de la OTAN para el Mediterráneo, compartida con los socios, debilita y limita el alcance de las iniciativas prácticas. A este respecto, el nuevo enfoque aprobado en la Cumbre de Bruselas de la OTAN de julio de 2018 no es convincente.
Catedrático de Seguridad y Cooperación Internacional