Se considera que las comunicaciones móviles de 5ª Generación (5G) determinarán la productividad de los países. Así se deduce de sus espectaculares promesas. El número de usuarios que podrán estar simultáneamente conectados será mil veces superior a lo que actualmente permite la cuarta generación (4G), será por tanto muy difícil que se sature.
La velocidad de transmisión de datos será de 4,5 Gbits/s., por lo que una película de largometraje podrá descargarse en muy pocos segundos. El tiempo de latencia, es decir el que necesita un dispositivo para conectarse, será del orden de la milésima de segundo lo que hará realidad, por ejemplo: el coche autónomo, la cirugía robótica a distancia o el verdadero impulso a la Internet de las Cosas (IoT).
Sin embargo el despliegue de estas redes 5G será caro, y todavía no se vislumbra la manera en que estas extraordinarias ventajas puedan ser económicamente soportables.
Europa, y no Estados Unidos, lideró la primera y espectacular evolución del sector de la telefonía móvil, gracias a tres decisiones fundamentales: el desarrollo de un estándar común (GSM), una estrategia de mercado acertada, y un marco regulador estable y no intrusivo, favorecedor de las inversiones.
Pero sin duda Europa ha perdido momento, y se necesitará un esfuerzo enorme si quiere simplemente mantenerse en la cabeza de la nueva generación.
La primera red de comunicación móvil automatizada comercial fue lanzada por NTT en Japón en 1979, le siguió el sistema de Telefonía Móvil Nórdica (NMT) en Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, en 1981. La Segunda Generación (2G) nació por iniciativa de la UE, en 1987, cuando creó la tecnología GSM que permitía voz y datos digitales y el desplazamiento internacional del usuario (roaming internacional).
La siguiente (2,5G)hizo accesible Internet. En el año 2000 aparece la tercera generación (3G) con evidentes mejoras en la capacidad de voz y datos y menores costes. Permitió múltiples aplicaciones, como, por ejemplo: acceso a Internet de alta velocidad, llamadas de video, chat y conferencias, televisión móvil, correo electrónico y servicios localizados para acceder a las actualizaciones de tráfico y clima o servicios móviles de oficina.
Diez años más tarde llegó la cuarta generación (4G), que se basa en el protocolo IP (Internet protocol) y ofrece como novedades: acceso móvil web, telefonía IP, servicios de juegos, TV móvil de alta definición, videoconferencia, televisión 3D, computación en la nube, gestión de flujos múltiples de difusión y movimientos rápidos de teléfonos móviles, Digital Video Broadcasting (DVB), acceso a información dinámica, dispositivos portátiles.
En el año 2016 parece ya una realidad la quinta generación de comunicaciones móviles (5G), cuyas prestaciones suponen un gran salto en consumo de energía, en menores costes unitarios, en utilización del espectro de radiofrecuencia, y sorprendentes nuevas aplicaciones, basadas en la posibilidad de conexión de personas y dispositivos en cualquier lugar y en cualquier momento, porque todo el mundo real será una zona Wi-Fi.
El principal problema para el despliegue de esta nueva generación de comunicaciones móviles está en determinar cómo se irá formando un mercado de aplicaciones tan sofisticadas como las que se vislumbran. Hay visiones muy optimistas y también cautelosas.
Para conseguir un retorno adecuado de las inversiones habrá que planificar coberturas geográficas que dejarán amplias zonas sin estos servicios avanzados, lo que seguramente retardará el aprovechamiento de las predecibles ventajas porque, al tratarse de una economía de red, la utilidad está siempre determinada por el número de usuarios.
Ingeniero de Telecomunicación. Miembro del Alto Consejo Consultivo del Instituto de la Ingeniería de España, Vocal del Consejo Social de la UPM y Patrono de la Fundación IMDEANetworks