La pandemia del COVID19 no puede ser considerada como algo imprevisible: se desata en China en Diciembre y llega a España en Febrero y la OMS ha avisado de ello. Los responsables de la sanidad pública y privada y de la atención socio-sanitaria han tenido, al menos dos meses, para prever y prevenir lo que iba a ocurrir. Además, nuestra retina está cargada por todo tipo de imágenes gráficas y expresiones verbales en las que se aprecia su extraordinaria gravedad y virulencia y las estadísticas respecto a su letalidad y los efectos de la edad en ella no proceden solo de China sino de países próximos y hermanos como Italia.
España, es un país altamente envejecido con una tasa de personas mayores de 65 años próxima al 19% de la población (8.764.204) y de ellas, un 4% (aproximadamente 366.633) viven en residencias de las cuales, solo el 27% tienen titularidad pública. Con este panorama, ¿cómo es posible que alguien pueda sostener (sin rubor) que esta tragedia (mal llamada “guerra”) nos ha llegado de improviso? Si hubiéramos sido los primeros en padecer el embate del virus, la improvisación sería lógica pero, después de China, Italia o Corea ello cae en la desfachatez y, en sí mismo, es una prueba de irresponsabilidad pública. Y es que, además, sabíamos desde fin del 2019 que la letalidad del virus, siendo relativamente escasa (1,6 promedio) en la población general china, atacaba especialmente a las personas mayores y, castigaba a aquellos individuos con polipatologías. Por el momento, el porcentaje de letalidad promedio en España según la Red de Vigilancia Epidemiológica, a primeros de Abril (que solicita la máxima precaución en la utilización de datos) es de una letalidad total promedio del 6,3% pero es que, ¡ha llegado a ser de un 22% en mayores de 80 (mujeres 18,38%, hombres 26,28)!.
Pero, habría más que comentar al hilo del COVID 19 referido a los organismos internacionales y el envejecimiento y la vejez. La OMS (que avisó repetidamente del peligro del COVID19) acaba de publicar un documento en el que endorsa la declaración de que la próxima década (20-30) será dedicada al “Envejecimiento Saludable” comprometiendo a los estados asociados a una serie de políticas públicas. Desde 2015, la OMS está modificando el concepto de envejecimiento activo (que emerge del II Plan Internacional de Acción sobre Envejecimiento de 2002) transformando –un concepto ampliamente productivo- en otro tradicionalmente biomédico “envejecimiento saludable”, que en 2015, equipara a funcionalidad y más tarde amplia a capacidad intrínseca (no bien definido operacionalmente sino como “la combinación de todas las capacidades físicas y mentales del individuo”. Ello requeriría de estudios exhaustivo, multidisciplinar y metodológicamente complejo sin incitar a los países asociados a introducirlo en el cálculo de indicadores poblacionales como la “esperanza de vida saludable”.
Considerar que, a la salud, la longevidad y la mortalidad, contribuyen factores conductuales y psicológicos, de entre el complejo mundo de interacciones que, a lo largo de la vida, ocurren entre lo bio-psico-socioambiental, parece excelente pero, tasar esa contribución parece un camino esperanzador aunque prematuro y llevarlo al campo clínico o demográfico carente de base empírica. Sin embargo, es perentorio dedicar mucho más esfuerzo, en los próximos años, a mejorar las condiciones de vida y, en particular, las condiciones de cuidado de las personas mayores: ¡es urgente!
Catedrática Emérita de la Universidad Autónoma de Madrid
Miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes