El coronavirus ha provocado efectos sociales de incalculable alcance, difíciles de valorar en todas sus dimensiones, afectando a un ingente número de personas en todo el mundo y obligando a los Gobiernos a decisiones excepcionales.1
Aunque de origen sanitario, su impacto sobrepasa ampliamente el ámbito de la salud para golpear todos los sectores y sacudir tanto el proyecto de vida personal y familiar como la entera estructura social.
Las relaciones sociales puede configurarse, a efectos puramente heurísticos, en torno a un triple binomio: individuo-comunidad, familia-escuela, trabajo-ocio.
La pandemia ha alterado todas estas relaciones y de un modo substancial.
A. Nivel personal
A nivel personal, el individuo se ve sometido a una amenaza exterior y repentina, inexplicable e inexplicada, que le hace vivir en una situación, excepcional e indefinida, de temor y miedo, de la que desconoce si podrá salir indemne o incluso sobrevivirla.
Este estado de ansiedad le va a obligar de forma inmediata a replantearse prioridades y reordenar urgencias sin horizonte de límite preciso. La incertidumbre que acompaña la pandemia configurará todo su entorno vital más inmediato.
También le va a obligar a reinstaurar conscientemente y fortalecer nuevos hábitos de comportamiento personal y a vivir en estado de alerta.
Sobre todo, el individuo se verá en la situación de no poder disfrutar plenamente de su libertad ni de algunos de sus derechos considerados, hasta el momento, fundamentales y, por ende, irrenunciables e inalienables.
Así, el individuo se ve sometido a adoptar hábitos inusuales de conducta obligada, consigo mismo y con la sociedad, que debe aceptar como base de su nueva protección, sin garantía de seguridad.
B. Nivel socio-comunitario
En relación con la sociedad, el valor más invocado para regir las nuevas relaciones entre individuos y entre ellos y su comunidad será el de “separación” (separation) o retraimiento social.
La drástica separación impuesta, en llamativo contraste con el repetido ruego de “permanecer unidos”, es un reflejo de la tensión contradictoria a la que están sometidas las relaciones entre individuos y sociedad.
En todo caso, el concepto de “separación” no sólo será prevalente, sino que ampliará su proyección a un doble nivel: físico-geográfico (social distancing) y socio-personal (isolation).
Así, de un lado, el criterio protector inicial de “distancia” inter-personal mínima se extenderá a cualquier distancia física o geográfica, hasta generalizarse en la prohibición de desplazarse, haciendo prevalecer el valor impositivo de la distancia como principio absoluto de prevención.
Por otro lado, el criterio del aislacionismo se proyectará en el sentido de imponerse como criterio de protección social absoluta (closing), tanto en términos territoriales (fronteras, regiones, ciudades) como sociales (prohibiendo por igual las reuniones y los lugares donde puedan acaecer) y personales (confinamiento domiciliario).
La acumulación de la tensión que genera en la población el cierre del espacio convivencial comporta también el riesgo de que la grave crisis sanitaria derive, en ciertos casos y lugares, en violenta crisis social.2
C. Nivel familiar
El aislamiento domiciliario, presentado inicialmente como amable invitación recomendatoria, pronto se convertirá, en algunos países, en una de las medidas más contundentes de confinamiento familiar.
La drástica separación en el ámbito externo contrastará, de nuevo, con la forzada intensidad de relaciones dentro de la unión familiar con posibles efectos, no todos positivos, de diferente índole.
Las relaciones intrafamiliares, sometidas a la tensión de una de una interacción presencial constante, adicional a la presión exterior, pueden generar situaciones de ansiedad anímica y desequilibrio emocional que, en ciertos casos y bajo determinadas circunstancias, pueden afectar a los miembros de la familia y a la familia misma
El confinamiento puede adquirir dimensiones más difíciles en el caso de contagio de uno o más miembros que deba guardar cuarentena en familia, generando una espiral de aislamiento(s) dentro del mismo aislamiento domiciliario.
Igualmente graves pueden ser los efectos del aislamiento en unidades familiares con personas mayores, dependientes, afectadas de minusvalía, de enfermedad crónica etc…que muy difícilmente podrán sobrevivir el nuevo aislamiento.
Finalmente, hay que mencionar los elevados riesgos de aquellas personas con fuertes tensiones que puedan conducir a terminar en violencia, como la violencia de género.3
En suma, los costes del confinamiento domiciliario, más allá de los económicos, pueden llegar a ser, en muchos casos, inasumibles en términos emocionales y de salud anímica.
D. Nivel Escuela-Educación
La aplicación del cierre social a las escuelas y otros centros educativos va a incrementar la presión sobre unidad familiar, no tanto por el adicional confinamiento domiciliario de los hijos, como por las propias condiciones vitales de éstos y por la cuidadosa atención y tiempo que requieren.4
Esta atención va a exigir que alguno de los padres deba eventualmente abandonar o renunciar en parte a su trabajo, incrementando los niveles de presión, angustia e incertidumbre.
El malestar por esta situación se ha reflejado en frecuentes críticas, primero, al hecho de ser más laxo y benevolente el confinamiento con ocasión de animales de compañía y, segundo, en las exigencias de grupos sociales en favor de una mayor flexibilidad respecto a la reclusión de niños, como ya se han hecho diferentes países europeos.5
El confinamiento perjudica por igual a padres y a hijos, aunque de distinta forma. Si los padres no pueden trabajar, los hijos van a ver mermado su tiempo de educación presencial y socialización escolar.
El perjuicio es todavía mayor para las familias de menor nivel socio-económico y cultural. Sin suficiente capacidad para ayudar escolarmente a sus hijos, se incrementará la brecha educativa en su desventaja. A ésta se une la desventaja de la brecha digital que le impedirá beneficiarse de la educación a distancia, por falta de aparatos o conexión a internet.6
E. Nivel Trabajo
La prevalencia del criterio dominante de cierre social (closing), como criterio de protección preventiva, va extenderse de hecho a la práctica totalidad de la actividad económica, productiva y comercial.
Se asume que en el lugar de trabajo, como lugar de encuentro, no puede aplicarse de forma efectiva el principio de la distancia social, lo que exigirá su cierre.
El cierre generalizado de empresas y comercios va a provocar consecuencias importantes, algunas innovadoras, otras dramáticas, tanto a nivel social como familiar y personal.
La ausencia del lugar de trabajo y la necesidad de continuar la producción va a alterar la forma de trabajo mismo, impulsando la generalización del teletrabajo, lo que, a su vez, tendrá efectos culturales en los ámbitos de la empresa y de la familia, incluso en aquellos países de tecnología avanzada con escasa experiencia de teletrabajo.7
La primera consecuencia a nivel social se va expresar en un inmediato decaimiento de la actividad económica general: incremento del paro, menor producción, pérdida de renta, reducción del consumo y del comercio, disminución de la recaudación, aumento del gasto público, crecimiento del déficit y de la deuda pública y privada…
En suma, freno inmediato del crecimiento y un panorama de mayor pobreza a corto y medio plazo.
A nivel familiar, la pérdida de actividad laboral y la sombría perspectiva económica van a incrementar las sensaciones de angustia en el seno familiar y el riesgo de tensionar las relaciones comunes.
El impacto del cierre cobra mayor dimensión respecto de las numerosas pequeñas empresas familiares sin los recursos suficientes para soportar por mucho tiempo la presión y los riesgos derivados del cierre de su actividad.
A nivel personal, la incertidumbre general que proyecta la pandemia se concretiza, en lo tocante al trabajo, en el temor a que, como consecuencia del cierre de empresas y comercios y el subsiguiente decaimiento de la economía, la suspensión temporal de trabajo de la persona se convierta en quiebra de su empresa o en pérdida de su empleo.8
F. Ocio
Tampoco el ocio ha podido escapar a los efectos de la pandemia.
Resulta frustrante que, en los momentos de mayor tensión social y angustia personal, el ocio, fuente natural de distracción, distensión y disfrute, vea también limitadas sus naturales funciones.
Así, cualquier actividad de carácter artístico-cultural, deportivo-competitiva, lúdico-festiva etc…, a puerta cerrada o al aire libre, en la medida en que no puede respetar la norma de la distancia social, quedará proscrita.
Tampoco podrán disfrutarse aquellas actividades individuales de ocio que no implican distancia social, pero que sólo pueden realizarse fuera del domicilio (paseos, jogging, senderismo, montañismo…).
El ocio, pues, queda reducido sólo a las actividades individuales o familiares que puedan llevarse a cabo en el marco del aislamiento domiciliario.
En estas circunstancias de constreñimiento, cobran una especial relevancia de último recurso las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías en los diversos aspectos que ofrecen (culturales, informativos, lúdicos, de entretenimiento etc…), posibilidades que, por otra parte, no cursa sin riesgo.9
Antonio Núñez Y García-Saúco
Embajador de España
Presidente del Instituto Europeo de Estudios Internacionales
Miembro Academia Europea de Ciencias y Artes
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7 Use the coronavirus crisis to promote teleworking. One wellcome by-product of the crisis is that work-stile reform is getting a much-needed boost because more companies are encouraging their employees to telework. This presents a great opportunity to change the nation´s archaic corporate cultura, which demands high loyakyy and long working hours from workers. Japan Times. Editorial. March 5, 2020.
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